¿Krav ma qué? No es que sea difícil de pronunciar, solo que nunca había oído hablar de ello antes. Hasta que un día, se lo escuché decir a un amigo y más tarde, lo leí en uno de esos carteles que colocan a la puerta del gimnasio; así que finalmente decidí buscarlo en Google. Para quienes no sepan de lo que estoy hablando, se trata de un sistema de defensa personal que surgió en Israel y que traducido al hebreo significa algo así como ‘combate cuerpo a cuerpo’. Lo primero que pensé: “esto no es para mí. ¿Qué necesidad tengo yo de andar pegando puñetazos o de que me los den a mi?”.
Por curiosidad, seguí leyendo e investigando un poco en Internet, y un enlace me llevó a otro, éste a uno nuevo y al final, ¿sabéis que hay un montón de famosos que lo practican? Matt Damon, Brad Pitt, Brendan Faser… En el caso de las chicas, ahora ya me ha quedado claro porque Jennifer López ha valorado sus curvas en 4’5 millones de euros; y viendo el cuerpo que se le ha quedado a Bar Rafaeli, esto del Krav Magá creo que también me va a venir bien a mí.
Bromas aparte, decidí asistir a una de las clases que Armando imparte en Gijón porque hasta que uno no lo prueba, difícilmente puede saber si le gusta o no. Así que dicho y hecho. Lo primero que hice fue escribirle un mail y él me invitó a probar y a disfrutar de la experiencia. Pensé: “¿qué puedo perder?”. Así que allí estaba yo, con mis mallas y mis deportivas en el Pesas, un gimnasio del centro de Gijón.
Cuando llegué me di cuenta de que me estaban esperando así que para compensarles tenía que darlo todo en esta primera clase. Lo primero, nos dividimos en parejas y, una vez descalzos sobre la lona, empezamos con el calentamiento.
Lejos de lo que podía pensar, no era la única chica en la clase. Había varias más. Una de ellas, Tania, lleva tres años practicando esta disciplina y aunque es de complexión delgada, ¡no veáis como golpea! Armando decidió ponernos juntas y la verdad que acertó, ya que me hizo sentir muy cómoda los 60 minutos que duró todo el entrenamiento. Ni un golpe más fuerte que otro y todas las palabras fueron de apoyo.
¿Cómo fue el entrenamiento? He de confesar que fue algo duro pero me lo pasé genial. Eso sí, aún me estoy recuperando de las agujetas. Tras los primeros ejercicios en los que teníamos que evitar que el contrincante nos tocara, llegó el momento de la verdad. Primero con los codos y después con las rodillas. El objetivo, golpear el pao que sujetaba la otra persona, imaginándonos que éste era el agresor (pensar en un exnovio también es muy efectivo). Aprendí que en las distancias cortas, valiéndonos de nuestras extremidades, podemos sorprender al contrario y dar la vuelta a la tortilla, es decir, ser nosotros y no el atacante quien domine la situación.
Pero, ¿qué pasa si éste nos tira al suelo? Tranquilos, porque no está todo perdido. Tumbados sobre la lona, estuvimos ensayando una serie de ejercicios con los que poder quitarnos de encima al asaltante y rápidamente levantarnos del suelo, bien para correr – en el caso de que fuese necesario – o para continuar con la pelea.
En total, 1 hora intensa y muy satisfactoria. No sé si alguna vez me veré en una situación de peligro pero siempre está bien conocer qué clase de ‘armas’ y de habilidades disponemos para que nadie se aproveche de nosotros (no solo me refiero al género femenino). Como con todo, para poder interiorizar cada uno de los movimientos es necesario repetir los ejercicios una y otra vez, así que lo tengo decidido: ¡nos vemos en la siguiente clase!.